viernes, 25 de febrero de 2011

El miedo y la soledad en "El Jardín de los Cerezos"



Por Armando Navarro.

Cuatro actos, cuatro estaciones y la atmósfera decadente y egoísta de una familia aristócrata rusa de finales del siglo XIX, es lo que presenta Luis de Tavira en la puesta en escena “El Jardín de los Cerezos”, la última obra que escribió el dramaturgo ruso Antón Chéjov y que forma parte de sus trabajos principales junto con “La Gaviota”, “Tío Vania” y “Las Tres Hermanas”.

La premisa es simple: una familia adinerada con graves problemas económicos está a punto de perder un bello jardín de su propiedad. Incapaces de tomar decisiones y más preocupados por sus intereses personales que en los de conjunto, las inesperadas transformaciones sociales pronto les pasarán factura.

Con una duración de casi 4 horas, se trata pues de un viaje de no retorno, en el que Chéjov imprime sus preocupaciones y miedos; el jardín, funciona como metáfora del futuro incierto de los personajes, la llegada de la industrialización y con ello el comienzo de la destrucción del hombre, por el hombre mismo.

Luis de Tavira, también director de la Compañía Nacional de Teatro, expone en su conjunto un trabajo impecable en la dirección de actores, con rostros tan familiares como Julieta Egurrola en el papel de Liuba, la dueña de la finca; Luis Rábago como Leonid; Roberto Soto interpretando al complejo Lopajin y mención aparte merece el desempeño de Farnesio de Bernal como Firs, el mayordomo, quien carga con el personaje más entrañable de la obra.

La sobriedad y detalle de la escenografía de Philippe Amand, se percibe en todo el campo escénico de “El Jardín de los Cerezos”, en donde incluso los vidrios sucios dan muestra de la abandonada y descuidada finca, que termina convirtiéndose en un personaje más, junto con el jardín, que va de lo frondoso y colorido a la devastación y con ello el caos.

La iluminación, del mismo Amand, es sumamente interesante, pues es ésta la que marca el ritmo y ayuda al dramatismo exacto, principalmente al inicio y fin de cada uno de los cuatro actos de esta obra escrita en 1904 y en donde la comedia coquetea peligrosamente con el más descarnado drama.

En el tercer acto, el de la fiesta, el juego de tres planos de interior y exterior consigue una sincronía impecable y rica en actuación, finalizando con el contraste entre la tristeza de madre e hija al saber que han perdido el jardín y el escándalo de la celebración que continúa, notándose aquí el discreto trabajo de Gabriel Diazmercado como diseñar sonoro.

Es con esta puesta en escena que la Compañía Nacional de Teatro celebra el 150 aniversario del nacimiento del también médico y escritor Antón Chéjov, naturalista y maestro del relato corto, que en “El Jardín de los Cerezos” centra sus intereses en escribir una obra que muestre lo complicada e inestable que es la vida y de todos los obstáculos que ante todo están en uno mismo.

Un devastador aire a miedo y soledad es lo que queda cuando cae el telón de esta obra que se presenta hasta el 6 de Marzo en el Centro Nacional de las Artes.

http://www.cenart.gob.mx/html/cartele/teatro.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario